martes, 21 de octubre de 2008

La identificación para Freud

PSICOLOGÍA DE LAS MASAS Y ANÁLISIS DEL YO

En este texto, que servirá como pilar teórico para nuestro trabajo sobre tribus urbanas, Freud postula que en la vida anímica individual aparece integrado siempre afectivamente “el otro”, como modelo, objeto, auxiliar o adversario y de este modo, la psicología individual es al mismo tiempo psicología social en un sentido amplio, pero plenamente justificado.
En cuanto al individuo integrado a una masa, experimenta, bajo la influencia de la misma, una modificación a veces muy profunda de su actividad anímica., Su afectividad queda extraordinariamente intensificada y su actividad intelectual se limita. Ambos procesos tienden a igualar al individuo con los demás de la multitud.
Este fenómeno no se explica simplemente por la intervención de factores racionales, como intimidación o instinto de conservación. Tampoco usaremos el término sugestión, ya que es un término vago que no dice nada en concreto.
Se introduce la idea de libido y se postula que los lazos afectivos existen también en la esencia del alma colectiva y que es ésta la que se oculta detrás de la sugestión. Cuando el individuo englobado en la masa renuncia a lo que le es personal, tenemos la impresión de que lo hace por sentir en él la necesidad de hallarse de acuerdo con ellos y no en oposición, esto es, por “amor a los demás”.
El autor retoma la idea de la horda primitiva y dice que el fenómeno de masas nos muestra su resurrección.
Los individuos componentes de una masa precisan todavía la ilusión del jefe que los ama a todos por igual mientras que el jefe no necesita amar a nadie, puede erigirse como dueño y señor y aunque absolutamente narcisista, se halla seguro de si mismo y goza de completa independencia.
El padre primitivo impedía a sus hijos la satisfacción de sus tendencias sexuales, y por consiguiente a titulo de derivación les imponía lazos afectivos que los ligaban a él y luego entre ellos.
A modo de ejemplificar, el autor toma a dos masas denominadas por él artificiales, a saber: la iglesia y el ejercito, dice que son artificiales porque sobre éstas actúa una coerción exterior encaminada a preservarlas de la disolución y a evitar modificaciones de su estructura. En ambas reina una misma ilusión: la de la presencia visible o invisible de un jefe que ama por igual a todos los miembros de la colectividad. De esta ilusión depende todo y su desvanecimiento traería consigo la disgregación de la Iglesia o el Ejercito, en la medida en que la coerción exterior lo permitiese.
En las dos masas artificiales se halla el individuo doblemente ligado por lazos libidinosos, en primer lugar al jefe y además a los restantes miembros de la colectividad.
En las masas artificiales, también se revive la horda primitiva, el amor del padre no es sino la transformación idealista de los hijos que se saben igualmente perseguidos por el padre, que inspira a todos el mismo temor. El caudillo es aún el temido padre primitivo, la masa quiere siempre ser dominada por un poder ilimitado. El padre primitivo es el ideal de la masa y este ideal domina al individuo, sustituyéndose a su ideal del yo.
Freud dedica todo un capitulo para el tema de la identificación, en él explica que existen como diferentes niveles de identificación, a saber: la Identificación primaria: Es la que se da en un primer momento y lo que ocurre aquí es una identificación al padre en ambos sexos. Es ambivalente pues se da en la fase oral canibalística. Es previa a toda elección de objeto.
En el síntoma histérico pueden darse distintas identificaciones:
una identificación con la madre, que puede resultar de dos procesos distintos: puede ser la misma que en el complejo de Edipo, puede representar el deseo de sustituirla, pero bajo la influencia directa de la conciencia de culpabilidad, se identifica con el síntoma, sufriendo como la madre;
pero también puede suceder que el síntoma sea el mismo de la persona amada. La identificación ha ocupado el lugar de la elección de objeto, transformándose por esta regresión en una identificación.
Un tercer caso, particularmente significativo de la formación de síntomas es en el que la identificación surge cuando un sujeto descubre en sí un rasgo común con otra persona que no es objeto de sus intenciones sexuales, es independiente de toda carga libidinosa. Uno de los yoes advierte la analogía y se produce una identificación al síntoma patógeno.
Para explicar el tema del enamoramiento y diferenciarlo de la identificación dice que el primero se da cuando se conjugan instintos libres e instintos coartados en su fin. En este caso se da la “superestimación sexual”, dada por la idealización, en la que el objeto es tratado como el propio yo del sujeto, el enamoramiento pasa al objeto una parte considerable de la libido narcisista, en algunos casos el objeto amado llega a sustituir al ideal y amamos al objeto a causa de las perfecciones a las que hemos aspirado para nuestro propio yo.
El objeto ha devorado al yo, y genera un empobrecimiento y una tendencia a la propia aminoración. Esto se da más en el amor no correspondido, ya que no hay satisfacción sexual que disminuya la superestimación del objeto. En estos casos el objeto ha ocupado el lugar del ideal del yo.
La diferencia entre idealización e identificación es que en esta última el yo se enriquece de las cualidades del otro, y en la primera se empobrece. En la identificación el objeto es abandonado y reconstruido en el yo, en el otro caso, el objeto subsiste pero dotado de cualidades por el yo y a costa del yo.
Del enamoramiento a la hipnosis no hay gran distancia, se comprueba el mismo renunciamiento a toda iniciativa personal y es evidente que el hipnotizador se ha situado en el lugar del ideal del yo.
En las masa primarias, que poseen un caudillo, pero no se han organizado demasiado, se trata de una reunión de individuos que han reemplazado su ideal del yo por un mismo objeto y a consecuencia de ello se ha establecido una general y recíproca identificación del yo.

1 comentario:

Veronica dijo...

graciassssssssssssssssss !!!!! me ayudaste un montonaso...